miércoles, 17 de agosto de 2011

La caja de Pandora de Xing





Erase una vez ...

un chico joven, que vivía en un pueblecito con la mejor vista de la Gran muralla china de todo el valle.
Xing había nacido allí, pero algo le decía que allí no moriría... Se imaginaba que de una zancada podría aparecer del otro lado de la muralla. ¿Como seria occidente? se preguntaba. Pasaba horas observando a los turistas que paseaban por su pueblo. Vestían de manera estrafalaria, hablaban lenguas extrañas, pero lo que mas le llamaba la atención eran las pequeñas maquinas que llevaban en sus manos, las querían tanto que se las pegaban a sus mejillas,  les hablaban, se reían, lloraban con ellas ...

Xing no sabia leer pero era muy ingenioso. Su trabajo consistía en crear sistemas de regadío para los campesinos de su comunidad. Con pocos medios conseguía llevar el agua hasta los vecinos mas alejados. La fluidez del agua le dejaba perplejo. Si el fuese agua se evaporaría, se convertiría en una nube y se iría muy, muy lejos de allí, o se metería en la tierra y la atravesaría para aparecer en una fuente del otro lado del planeta.

Una tarde volvía cabizbajo de su observatorio favorito. Tropezó con algo. Era una cajita negra que consiguió atrapar antes de que cayera por las escaleras... Se quedo sin respiración, sus ojos ya no pestañeaban, el corazón le batía a mil latidos por segundo, las mejillas le ardían ... Era una de aquellas maquinitas que llevaban los turistas. Por fin tenia una en las manos! Era pequeña, fría, brillante y solo tenia dos botones, uno rojo y uno verde. Probo todas las combinaciones posibles y llego a conseguir que la caja se iluminase, pero no ocurría nada mas. Se la llevo a casa, la puso encima de la cama y espero. Esa noche no comió y tampoco consiguió conciliar el sueño. Cuando los ruidos de la montaña dejaron de sonar y los grillos de cantar la caja empezó a temblar y una melodía salio de ella. La cogió entre las manos, sonó un eco, una voz: Hola Xing, me llamo Maria, te he estoy esperando ....

Mademoizelle V.


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